El biólogo que asegura que los árboles hablan un idioma que podemos aprender
David George Haskell describe en su nueva obra no solo a las plantas como individuos, sino también sus conexiones con las redes biológicas que los rodean
El lenguaje de las plantas no es ni mucho menos un concepto de Haskell, sino que es una clara referencia a los estudios de la profesora de Ecología Forestal Suzanne Simard, quien saltó a la fama gracias a una charla TED de 2016 titulada 'Cómo los árboles se comunican entre sí'. Su investigación demuestra que debajo de la tierra hay vastas redes de raíces y hongos que mueven el agua, el carbono y los nutrientes entre los árboles de todas las especies, como si fuese un solo organismo. Estas redes simbióticas imitan las neuronales y sociales del ser humano. Y, al contrario de lo que uno podría pensar, hay mucha cooperación entre especies y no tanta competencia.
¿Puedes distinguir un roble de un arce?
Haskell ha llevado este mismo concepto a sus clases y de la misma forma que los ornitólogos reconocen a las aves según su sonido, el biólogo ha enseñado a sus alumnos a identificar a los árboles. “La voz más obvia es cuando el viento sopla a través de un árbol, vibrando y sacudiendo el aire a medida que pasa a través de sus ramas y las hojas. Cada uno tiene su propia arquitectura. Cada hoja su propio grado de rigidez, flexibilidad y forma”. Y no solo eso, sino que pueden adentrarse en un mundo en el que las plantas tienen amigos, vecinos y familiares, se sienten solas, gritan de dolor y se comunican a través de una red global que ahora el biólogo describe en su nuevo libro, 'Las canciones de los árboles'.
No existe el individuo dentro de la biología. La unidad fundamental es la relación y la interacción. Sin ellas, la vida termina
Como si fuesen personajes de una novela, cada uno de los 12 capítulos está dedicado a un árbol, cada uno con sus propios sonidos e historias que contar. La primera de estas paradas lleva al lector a la selva amazónica de Ecuador y, en concreto, al ceibo gigante. Para la gente de allí, del pueblo de los huaroani, la idea de la comunicación entre seres vivos, sean plantas o no, parece obvia. Ellos conocen al ceibo como el árbol de la vida y hablan de él como si se tratase de una persona que piensa y respira, y tiene un pasado (recuerdos), un presente y un futuro.
Sin duda, esta manera de abordar la naturaleza ha abierto los ojos de Haskell, cuyas investigaciones se sustentan también en el trabajo anterior del alemán Peter Wohlleben, que el año pasado publicó 'La vida secreta de los árboles' sobre las relaciones de cooperación y convivencia de los organismos vegetales. "Lo que más me ha sorprendido es su sociabilidad. Un día dí con un tronco viejo de 400 o 500 años que, aunque sin hojas verdes, seguía vivo. La única explicación era que estaba siendo apoyado por los árboles vecinos. Como ingeniero forestal, aprendí que son competidores y que luchan entre sí por la luz y el espacio. Allí ví todo lo contrario: están muy interesados en mantener vivos a los miembros de la comunidad", confesó en una entrevista a 'The Guardian'.
Este y otros muchos descubrimientos invitan a escuchar, asistir y reflexionar sobre todo lo que nos rodea. En palabras del biólogo Haskell: “Sal fuera. No vayas a un lugar especial, vale con que salgas tu barrio. Abre tus oídos y percibe los sonidos de tu alrededor”.
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